Estamos acostumbrados a ver como la naturaleza, lentamente, recupera el terreno que los humanos le arrebataron algún día construyendo ciudades, pueblos o cualquier tipo de edificaciones allí dónde antaño habían bosques, campos u otros ecosistemas de la madre Gea.
Y cuando las personas se retiran, las plantas, los bosques, el agua y la tierra, engullen el cemento para, con el paso de los años, devolver a su estado natural a aquello que les fue arrebatado. Este hecho en sí me otorga cierta tranquilidad de espíritu, porque me hace pensar que cuando la civilización se autodestruya, la naturaleza se encargará de borrar todos los rastros y heridas causados al planeta durante miles de años y quizás, dejará un planeta de nuevo libre y salvaje, quien sabe si para dar cabida a una nueva humanidad, espero, que lo trate con el respeto que se merece.
Bueno, la parrafada anterior viene a cuento de un pueblo llamado Kolmannskuppe o Kolmanskop (En Afrikaans). Esta pequeña ciudad está en Namibia y fue construida por los alemanes, siendo este país Colonia Alemana, allá por el año 1908. ¿Y qué hacían los alemanes en Namibia? Os preguntareis, pues básicamente, explotar las minas de diamantes de aquel lugar. Se calcula que en un corto periodo de tiempo, durante la primera guerra mundial, se extrajeron de aquel lugar más de una tonelada de diamantes de una calidad extrema. Podéis imaginar que los beneficios y el dinero que allí se generaron no fueron pecata minuta, y los colonos no escatimaron en lujos y comodidades, dotando a la pequeña ciudad de grandes mansiones que, rodeadas de salones de baile, casinos, restaurantes, escuelas e incluso un gran hospital, no tenían nada que envidiar a las ricas y esplendorosas ciudades alemanas. El primer aparato de rayos X de Africa estuvo en ese hospital, pero no es que se preocuparan por la salud de los mineros. El aparato era usado para comprobar que ningún trabajador se tragaba los diamantes para robarlos.
Pero como todas las minas acaban por agotarse, no fue esta un caso diferente, y pasados unos años el preciado carbono comenzó a menguar. Otras minas fueron descubiertas en la frontera con Sudáfrica y Kolmanskop quedó completamente abandonada. El caso de esta ciudad no es único y son varios los pueblos que se pueden encontrar en aquel desierto que corrieron la misma suerte. Oranjemunden, Elisabethbuch…
El desierto, con sus dunas implacables, va sepultando lentamente el recuerdo de estas ciudades, que en algunos puntos han desaparecido ya por completo. Quizás avergonzado de los abusos y del sufrimiento que padecieron miles de trabajadores esclavizados. Cosa que no ha cambiado con el paso de las décadas, pues la historia se repite en nuestros días en muchos puntos del continente africano.
Y cuando las personas se retiran, las plantas, los bosques, el agua y la tierra, engullen el cemento para, con el paso de los años, devolver a su estado natural a aquello que les fue arrebatado. Este hecho en sí me otorga cierta tranquilidad de espíritu, porque me hace pensar que cuando la civilización se autodestruya, la naturaleza se encargará de borrar todos los rastros y heridas causados al planeta durante miles de años y quizás, dejará un planeta de nuevo libre y salvaje, quien sabe si para dar cabida a una nueva humanidad, espero, que lo trate con el respeto que se merece.
Bueno, la parrafada anterior viene a cuento de un pueblo llamado Kolmannskuppe o Kolmanskop (En Afrikaans). Esta pequeña ciudad está en Namibia y fue construida por los alemanes, siendo este país Colonia Alemana, allá por el año 1908. ¿Y qué hacían los alemanes en Namibia? Os preguntareis, pues básicamente, explotar las minas de diamantes de aquel lugar. Se calcula que en un corto periodo de tiempo, durante la primera guerra mundial, se extrajeron de aquel lugar más de una tonelada de diamantes de una calidad extrema. Podéis imaginar que los beneficios y el dinero que allí se generaron no fueron pecata minuta, y los colonos no escatimaron en lujos y comodidades, dotando a la pequeña ciudad de grandes mansiones que, rodeadas de salones de baile, casinos, restaurantes, escuelas e incluso un gran hospital, no tenían nada que envidiar a las ricas y esplendorosas ciudades alemanas. El primer aparato de rayos X de Africa estuvo en ese hospital, pero no es que se preocuparan por la salud de los mineros. El aparato era usado para comprobar que ningún trabajador se tragaba los diamantes para robarlos.
Pero como todas las minas acaban por agotarse, no fue esta un caso diferente, y pasados unos años el preciado carbono comenzó a menguar. Otras minas fueron descubiertas en la frontera con Sudáfrica y Kolmanskop quedó completamente abandonada. El caso de esta ciudad no es único y son varios los pueblos que se pueden encontrar en aquel desierto que corrieron la misma suerte. Oranjemunden, Elisabethbuch…
El desierto, con sus dunas implacables, va sepultando lentamente el recuerdo de estas ciudades, que en algunos puntos han desaparecido ya por completo. Quizás avergonzado de los abusos y del sufrimiento que padecieron miles de trabajadores esclavizados. Cosa que no ha cambiado con el paso de las décadas, pues la historia se repite en nuestros días en muchos puntos del continente africano.
sin palabras, preciosas fotoste puesto un enlace un saludo julia
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